EL INÉDITO VIABLE.
Elaborado por: Lisbeth Clocier
Centro de Experimentación para el Aprendizaje Permanente (CEPAP)
lclocier@yahoo.com
La educación por sí misma no cambia al mundo, pero sin ella es imposible hacerlo. En consecuencia el educador progresista debe tener un compromiso ético político por la construcción de un mundo más justo. El educador ve la historia como una posibilidad; no debe perder su capacidad de indignación, no puede ser indiferente ni neutral frente a las injusticias, la opresión, la discriminación y la explotación; debe mantener y promover la esperanza en la posibilidad de superación del orden injusto, de imaginarse utopías realizables (“el inédito viable”).
Alfonso Torres.
En la oportunidad que se me brinda de conversar acerca de cuál es el papel que tenemos educadores y educadoras en el impulso de los cambios transformadores que exige la construcción del socialismo, no pude menos que pensar en el vínculo que existe entre la esperanza y la historia, el presente y el futuro, los sueños y la realidad, educación y política. Me perdí en la red de enfoques a través de los cuales se pudiera dar alguna respuesta a la provocadora pregunta. No obstante, se me hizo tentadora la posibilidad de intentar aproximarme a ella desde el plano de las sensaciones, mismas que a lo largo de la existencia nos incitan a la acción.
Lo anterior no implica, de ninguna manera, vaciar la praxis del hecho reflexivo porque desde mi punto de vista esto no tendría sentido, ni de centrar mis planteamientos sólo en el plano de las percepciones al más puro estilo Berkeliano, sino de hacer consciente que las emociones nos movilizan y, en ocasiones (las más diría yo) nos hacen construir grandes cosas o hacer realidad nuestros sueños.
No existe acción revolucionaria alguna que no tenga como motivación el bienestar del ser humano. Igualmente, toda acción educativa inscrita en la perspectiva critico transformadora parte de la visualización del sueño de lo que el Che Guevara llamaba “Hombre Nuevo”; Simón Rodríguez, “Nuevo Republicano”; Paulo Freire, “Hombre Concientizado”. Quiero decir con esto que el perfil de la persona que se quiere formar en función de la construcción de un mundo mejor, es la llama que enciende el corazón de cada compañero y compañera que tiene en su destino el rol de educador(a). Esa llama, esa visualización amorosa, ese sueño nos mantiene en constante reflexión y lucha que nos transforma y nos ayuda en la transformación del otro. No en balde Gramsci (1973) dijo, en su oportunidad, que “…el hombre es un proceso, el proceso de sus actos.” (P.21)
El título de estas líneas así como su epígrafe, alude a uno de los conceptos más maravillosos desarrollados por el maestro inmortal Paulo Freire, fundamentalmente en su texto Pedagogía del oprimido pero, con toda seguridad, puesto en práctica a lo largo de toda su vida como educador. Se trata del “Inédito Viable”. El término se refiere al sueño de instaurar lo que no está dado aún (un mundo mejor), por eso inédito, y a la posibilidad de hacerlo realidad, viable.
La naturaleza de esta categoría es extraordinaria en la medida en que comporta diversas dimensiones insospechadas a simple vista y vinculadas entre sí con la hermosa finalidad de describir la esencia de la práctica docente crítico transformadora, su legado.
Los educadores comprometidos con el sueño de un mundo más justo y equitativo, y con la formación de sujetos protagonistas en la construcción del mismo, tenemos la inevitable tarea de llevar a la práctica esa utopía centrada en la superación del ser humano en íntima relación con el entorno en que habita y en consideración de la otredad. Es decir, la tarea traspasa los límites de la individualidad para aproximarse toma de conciencia de la existencia de la pluralidad social y de las relaciones de poder que se dan en el orden político, económico, cultural e ideológico; y transita, además, por el reconocimiento de que tales condiciones influencian nuestra forma de pensar y de actuar pero pueden no determinarnos. Del empeño que depositemos en la lucha por develar la tensión dialéctica entre el ser y el no ser que acontece en nuestro interior depende en gran medida la viabilidad del inédito, porque ello nos permitirá asumirla, intentar vencerla y nos fortalece en la esperanza de la consecución de nuestros sueños.
En razón de lo anterior, la práctica docente crítico transformadora es práctica política, concienciadora y concientizadora, es integral e integradora, es comunicación, diálogo utopía y profecía. A decir de Freire (1996):
Para mí, lo utópico no es lo irrealizable; la utopía no es el idealismo, es la dialectización de los actos de denunciar y anunciar. Por eso, la utopía es también compromiso histórico. La utopía exige conocimiento crítico. Es un acto de conocimiento (…) por esta razón los utópicos - ¿qué fue Marx sino un utópico? ¿Qué fue Guevara sino un utópico?- pueden ser proféticos… (12)
Ahora bien, la desenmascaramiento de la aparente brecha existente entre los sueños y la acción revolucionaria de educar para la transformación social debe suceder y los educadores y educadoras tenemos endosada esa tarea. Debemos re-integrar nuestras dimensiones humanas que fueron atomizadas en la bruma positivista, tenemos que intentar reconfigurarnos, reconocer que somos no sólo mente y cuerpo sino también espíritu. Hombres y mujeres que amamos y porque amamos y porque creemos en el ser humano, actuamos en función de una transformación social que nos permita re-unirnos, vivir en equidad y justicia e implicarnos con el otro. Pero para eso tenemos que transitar nuestros procesos.
Lo anterior me inspira a aventurarme a compartir con los lectores y lectoras lo que ha sido mi experiencia en el tránsito por el reconocimiento personal de lo que exige la labor educativa crítico transformadora. Tránsito en el que, por lo demás, todavía me encuentro.
INSTROSPECCION: Creo que uno de los primeros pasos hacia el desarrollo personal, tan necesario para asumir el papel de educar para la transformación, es el de encontrarnos frente a frente con nuestros monstruos internos (arrogancia, desesperanza, irresponsabilidad, discriminación, por sólo mencionar algunos) identificarlos y luchar para vencerlos. Miguel Ruiz (1998) llama a esta actitud, asumida voluntariamente, la actitud del guerrero porque el individuo -consciente de lo que lo ataca y no lo deja ser- se declara en guerra permanente y se mantiene en estado de alerta ante las recaídas, reconoce y sigue adelante.
Para que lo anterior sea posible, es necesario que la persona se relacione con su interioridad a través de la instrospección y el silencio. En ese espacio podemos encontrar desde nuestra postura ontológica y epistemológica del mundo (identificación de nuestros propios marcos conceptuales) hasta nuestros más caros sueños, pasando por nuestras ganas de lograrlos o no, es decir, por nuestros miedos. Al respecto, Francesc Torralba (2001) dice, muy acertadamente a mi parecer:
… ¿qué tipo de mensaje comunica el silencio que zarandea a la persona y la inquieta integralmente?, ¿por qué tapamos el silencio con todos los medios habidos y por haber?
El silencio da miedo porque en el silencio se revela lo más íntimo de cada uno, lo más personal o intransferible de cada persona. El silencio propicia el viaje hacia la interioridad, hacia el propio mundo. Y este viaje da miedo, porque a través de él se descubre la propia identidad, la propia personalidad. Las voces ahogan este proceso, lo detienen, pero el silencio lo promueve, lo hace posible. (P. 38)
No podemos entregarnos plenamente, al menos no con honestidad, si no sabemos lo que estamos entregando en el acto de educar y, no podemos educar con sentido si no sabemos qué tipo de mujer y de hombre queremos formar ni para qué los queremos formar. Actuaremos mejor en función de la consecución de nuestros sueños si sabemos cuáles son.
ACEPTACIÓN DEL OTRO: Este es un acto que exige el tránsito del que hablamos anteriormente e implica, además, tener humildad para reconocer los saberes de las otras personas y tener la disposición de aprender de ellas. Freire (1993) lo expresaba con estas palabras “…unos enseñan, y al hacerlo aprenden y otros aprenden, y al hacerlo enseñan” (P.103).
Aprender a observar, apreciar y respetar los saberes del otro, fomentar sus bondades, sus capacidades, aportar a su desarrollo, nos facilita la comprensión de la pluralidad humana de la que hacemos parte y nos obliga a despojarnos del egocentrismo y del individualismo que ha corroído el vínculo del nosotros. La formación del ser humano debería referirse a la construcción del sujeto colectivo, aquel que cree, le importa y crece con el otro.
APRENDER A ESCUCHAR: el mundo, las preocupaciones, las dudas, las expectativas y sueños de los participantes del proceso formativo. Partir de lo escuchado para poder establecer hilos confluentes y divergentes y planificar el hecho educativo desde el vínculo para poder hacerlo interesante, comprometedor pero también problematizador.
ACTITUD INVESTIGATIVA: Este aspecto es fundamental para la actividad del educador progresista y debería tener un nexo cercano con la sistematización de los aprendizajes adquiridos a partir de la práctica. Por una parte, vincular nuestras prácticas con la teoría existente es importante para reconocer lo que otro ha aportado desde su experiencia, para reconocer que no estamos solos y volvamos otra vez al reconocimiento de la alteridad. Por otra parte, la investigación fortalece en la medida en que se tiene claro para qué investigar, cuando se le asigna una dirección comprometida con el camino del logro de nuestros sueños, cuando no se la transforma en una vía sólo para la producción meramente teórica sino que se la relaciona con el mejoramiento de nuestras prácticas que, como hemos discutido hasta ahora, tienen un fin que es lograr un mundo mejor, en el sentido que los revolucionarios le otorgamos.
Investigar nos permite formarnos, tener más para ofrecer desde nuestro ser y hacer, nos inclina a la lectura y con ella a mejorar nuestra escritura. Además nos despierta la curiosidad por conocer mas, por acercarnos a nuestra realidad social para comprenderla, nos hace más creativos y nos invita a resituar a la pregunta como protagonista del proceso formativo.
CREER QUE EXISTE UN INÉDITO POSIBLE y trabajar con honestidad por su logro, reinventarlo cuando exista el interés de algunos en desdibujarlo o trivializarlo, relacionar nuestros esfuerzos con ese sueño, mirarlo como nuestro faro, como nuestro guía. Esto nos hace un llamado a ser coherentes entre lo que soñamos, lo que decimos y lo que hacemos.
Actualmente estamos en un momento socio político histórico que nos permite comenzar a palpar lo que un día soñamos en relación con un mundo mejor. Estamos llamados a seguir aportando a su construcción, sabiendo que estamos siendo actores de ese proceso que puede tener debilidades y tropezar con los errores que cometamos pero que siempre puede reencaminarse si mantenemos una actitud crítica para reconocerlos y un corazón guerrero para seguir adelante con el compromiso que exige ser educadores y educadoras para la liberación
Por supuesto que estas consideraciones pueden ser potenciadas con muchas otras que Uds. lectores y lectoras tengan a bien hacer. Este es tan sólo un intento por dimensionar, desde nuestra interioridad como seres humanos, lo que implica educar desde la perspectiva crítico transformadora.
No hay un modelo único para ejercer este rol que amamos, tenemos que seguir soñando y construyendo teorías, prácticas y nuevas formas de organización y de crecimiento humano en vínculo estrecho con la creación socialista. Sin embargo, creo firmemente que hay algo que une a todo aquel que emprenda este camino: el amor por el otro. Eso es, para mí, lo más importante junto a la rebeldía y la resistencia a la desesperanza.
Para finalizar, los maestros Paulo Freire y Luis Beltrán Prieto Figueroa, nos aleccionan con sus palabras. Respectivamente:
El amor es la transformación definitiva. No hay cambio sin sueño, como no hay sueño sin esperanza. El educador es también artista, él rehace el mundo, él redibuja el mundo, repinta el mundo, recanta el mundo, redanza el mundo.
…nuestro campo de acción, más que en los estrados de la justicia estuvo, en la apacible serenidad del aula, cerca del corazón y de la mente de la juventud, donde no se lucha por imponer ideas y principios sino por hacer cada día más amplio y luminoso el porvenir; donde la lucha no se emprende para nosotros mismos sino por el alumno, por la ciencia y la cultura; donde la riqueza no se mide ni se cuenta, sino que se siente como compromiso y deber con la comunidad, con la humanidad entera. (…).
Ser maestro es difícil tarea, porque para serlo se precisa más conciencia que sabiduría, más bondad que destrezas, más fe en el alumno y en el porvenir que en los transitorios espejismos de una vida de halagos dentro de la prisión de las cosas. (P. 240)
7/04/09
Referencias bibliográficas.
FREIRE, P. (s/f): Pedagogía del Oprimido. Edit. América Latina. Bogotá Colombia.
-------------- (1996): Las Cartas A Cristina. Siglo XXI, México.
--------------. (1993): Pedagogía de la esperanza. Siglo XXI, 1era ed. México.
GRAMSCI, A. (1973): La alternativa pedagógica. Selección de textos e introducción de Mario A. Manacorda. Nova Terra. Barcelona.
PRIETO, L. (2007): El concepto del líder. El maestro como líder. Fondo Editorial IPASME. CARACAS, VENEZUELA.
RUIZ, M. (1998): Los Cuatro Acuerdos. Edit. Urano. Madrid, España.
TORRALBA, F. (2001): El silencio: un reto educativo. Pagés editores. Madrid, España.
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